domingo, 13 de diciembre de 2009

nunca es tarde

A pesar de que las cosas no salieran como podían haber salido, llegaron a terminarse paulatinamente. Y yo volví a lo de siempre... que si ponte la bufanda que hace frío y te congelas, que si no comas polvorones que ya sabes que no te sientan bien... Una detrás de otra, igual que la última vez. Y no me importa, nada en absoluto. Es como si ahora apreciara cada cosa que antes llegaba a odiar. Ahora puedo saborear hasta el humo de la chimenea y las palomitas quemadas. Ya me da igual que hayan veinte grados en diciembre, y que mamá no deje de decirme que recoja la habitación. Porque hasta me gusta que tú te pongas ese sobrero tan feo, o que me quites la chaqueta cuando hace frío. Y me hace ilusión hasta los ruidos que me despiertan por la mañana cuando mi padre hace el café.
Es curioso saber que hasta que no pierdes las cosas, no las quieres. Al menos yo me di cuenta antes.

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granitos de arena que se cuelan entre las sábanas