viernes, 22 de enero de 2010

Fíjate como era la situación que ya no sentía siquiera que no había entablado conversación durante esas tres horas con nadie en absoluto. Y tampoco se había parado a pensar que dirigía la mirada a ningún sitio y se encontraba en el medio de la calle, mirando al infinito, y encima sin abrigo. Arrastraba el diminuto bolso de piel marrón, y llevaba las medias caladas de pisar todos los charcos que existían de camino a tu casa. Pero no pasaba frío, ni sentía las pequeñas gotas chocar con los cristales de las gafas, ni las que los esquivaban y se colaban entre la pupila, que ya no era verde ni era nada.
Reconoció dos lágrimas que se confundían con la lluvia, y una ráfaga de melancolías que aunaron fuerzas para desviarla del camino.
Hubiera sido un gran día para correr bajo la lluvia.

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granitos de arena que se cuelan entre las sábanas