martes, 2 de febrero de 2010

watching the ships roll in

Ya no me sale ni llorar. Ni reírme a carcajadas, ni mirarte fijamente como lo hacía antes cuando preparábamos tortitas con sirope de chocolate en aquellas tardes de frío que nos congelaban hasta el último hueso del dedo meñique del pie. Ni tampoco me sale escribirte una carta de esas que solíamos intercambiar, y dejaba en tu buzón sin que te dieras cuenta, cuando quedabamos en aquel interminable verano. Ni tampoco me sale mentirme y decirme a mi misma que esto es algo pasajero, que es lo de siempre, que fue un malentendido, que dentro de dos días tu y yo volveremos a ser lo que fuimos durante tanto tiempo.
Ya no me sale pensarte ni querer hacerlo. Ni siquiera alentar las fotos que guardo en la caja de los "veranos", ni esa camiseta que me regalaste. Ni tampoco pensar que todo acabó bien, y que te tendré para siempre.
No me sale creerme que no éramos inseparables, pero es obvio que hoy no me sale nada. Ni tampoco mi diminuto cerebro, que ahora se encogió de no poder pensar, quiere ya que piense más.
Fuimos tan distintos, que ya no sé como te conocí, ni cómo moríamos cada noche después de esparcir mil risas en tu habitación. Ni cómo empecé a amar la fotografía, ni a escribir canciones tristes. Nos separamos un día de diciembre, y quién sabe porqué. Ahora es difícil hacerle ver a cualquiera de mis extremidades que tú tuviste algo que ver en mi respiración algún día. Es difícil hacerles ver que eras tú quien movía mi esqueleto y a veces jugaba a las marionetas.
No sé dónde esta la persona que conocí, ni sé dónde estás tú.
No sé nada. Y tú dices que tampoco sabes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

granitos de arena que se cuelan entre las sábanas