viernes, 8 de octubre de 2010

lunares

Suenan truenos a lo lejos. Y cada vez más cerca. Se alejan. Se vuelven a acercar. Y de repente echas a correr. A desaparecer como si nada huyera de ti y tú de nadie. Con todas tus ganas. Jadeas. A mi me cuesta respirar. Parece que pones todas tus fuerzas como nunca lo habías hecho. Y yo trato de alcanzarte, pero cada vez corres más deprisa. Aceleras. No te sigo. Ya no. Me detengo. Te espero. Pero no retrocedes. Dejo de apretar mi puño, donde guardo aquel regalo que te prometí algún día. Ahora lo acaricio, lo observo una vez más. Desde que te fuiste, desde que me dejaste ahí, callada, mientras intentabas recorrerte el mundo tan lejos de los seis lunares que dormían en mi colchón, y que tú nunca descubriste debajo de él. Si quieres te espero. Me interrogaba a mi misma como si fueras tú. Como si fueras otra persona que no eres tú. Tú no eras mi tú. Y te pintaba como cuando prometiste llevarme de viaje con los zapatos rojos y las postales azules. Tras una temporada, de no buscarte por si aparecías. De esconderme detrás de la calle por si veía tus pantalones rotos, o tus mejillas sonrojadas. Tenía miedo a que volvieras y me quitaras lo único que me quedaba de ti. Aquel regalo que seguía en mi puño. Apretaba fuerte. Con todas mis ganas. Hasta que volviste.
No trato de convencerte de que es mejor así, pero hubiera preferido guardarte como un recuerdo. Allí, callada, esperando que volvieras sin querer que lo hicieras.

1 comentario:

granitos de arena que se cuelan entre las sábanas