![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAm7bjPInsyIni_26dce-7hG3O5phdpe-bmaZ-vIxt2pfn_kDrzVIbYTP-dIwbl_01Qh_kj5q9U8In3PfLAkV8cIwHDZpiYijxxyvQfvr9rq_dTbFEJ3ZJSyfrLXuKT4Wwi4IHypBKZKU/s400/gotas.jpg)
Conseguí descansar la vista por un momento cuando se calmó la luz. Desde la ventana ya no se veía la claridad del hielo, y podríamos contemplar el paisaje de colores que indicaba que volvíamos a casa. Ahora, y no sé por qué, tenía en la cabeza el politono del móvil, y creí que sonaba. Y una vez más me equivocaba.
Será porque echo de menos cuando me llamabas en cuanto daban las doce de aquel 25, y aún no nos importaba nada más que los días que éramos inseparables. Entonces era fácil felicitarnos las Navidades sin miedo, y no temíamos en decirnos que nos queríamos.
Y ahora qué, eh. Ya nadie me llama a esas horas para felicitarme las fiestas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
granitos de arena que se cuelan entre las sábanas