miércoles, 30 de diciembre de 2009

el chico de Guede Rodríguez

A todas las chicas del barrio les gusta el chaval de la calle Cecilia, y yo no lo entiendo porque es el típico chico de diecinueve años con su chupa de cuero y la dichosa camiseta de los Ramones que no se quita ni para irse de fiesta. Además siempre va con su sonrisilla de 'Hola nenas, aquí ha llegado vuestro héroe' que las vuelve locas, y que yo no soporto, Dios mio.
Ayer iba canturreando canciones de los Beatles mientras me dirigía a la calle de la 208, esa que lleva a la estación de Correos. Había quedado con unas chicas para hacer unas fotos en el edificio más alto de la ciudad. Me pareció interesante en cuanto me lo propusieron, y ahí iba yo a las tres de la tarde, cuando las calles están deshabitadas y los niños salen del colegio.
Cogí el tramo de la derecha, y luego crucé por el Corteinglés hasta la calle Guede Rodríguez. Entonces fue cuando le vi. Vi al chico más interesante que haya conocido jamás al fondo de la calle. Llevaba una americana gris y una camiseta negra. No parecía ser un chulo en su expresión facial, y escondía las manos en los bolsillos de los vaqueros. Le tenía de frente. Me sudaron las manos. Cogí aire y lo volví a soltar. No notaba mi latido, y me asusté al pensar que me vería con esas pintas. Quedaban dos centésimas de segundo para cruzarme con él, y sin saber porqué estaba más nerviosa que en toda mi vida. Apreté con fuerza todos los bártulos que llevaba encima y quise aguantar la respiración. Él miraba hacia abajo y pensativo le daba vueltas a las llaves que tenía en el bolsillo. Iba tan absorto que tropezó conmigo y me tiró todas las bolsas que llevaba encima. Me miró a la cara y me pidió perdón por lo ocurrido:
-Andaba en mis cosas, lo siento.
Claro que le perdoné, y quién no. Yo no sabía qué decir, pero aún así el chaval me ayudó a recoger la cámara y los demás bártulos. Me miró fijamente y se paró arrodillado delante de mi.
-Oye, ¿tú vives en la calle Cecilia, verdad?-me dijo muy convencido- juraría haberte visto alguna mañana.
La verdad yo no le había visto en mi vida, aún así, el corazón se me iba a salir por la boca.
-Sí, creo que sí. - tartamudeé- Allí vivo... ¿Y usted?, quiero decir... ¿y tú?.
Las manos me sudaban demasiado, a pesar de ello el chico me ayudó a levantarme. Tartamudeó también.
-Bueno, me acabo de mudar, y te he visto varias veces cuando salías de tu portal... - tardó unos instantes y continuó- Soy Hugo. Perdón si mi presentación no fuera la debida. Ojalá me hubiera presentado antes.
Me tendió la mano y yo se la estreché. Sentí lo que se siente cuando tocas por primera vez una canon 5d. Alegría y miedo a la vez. No le conocía de nada y ya se me había dibujado una sonrisa idiota en medio de la cara.
Después de recoger las cosas y volverme a pedir perdón me invitó a tomar un helado en la calle de enfrente, pero entonces yo ya llegaba con una hora de retraso. Prometió llamarme cuando volviera a casa.
Así es como comprendí que los chicos de la calle Cecilia no están tan mal. Aunque no ese chaval famosillo hijo de los Sex Pistols y de la heroína que ardía en sus venas.

1 comentario:

  1. Adoro eso, ese tipo de amor, los que son una casualidad, es tan bonito, yo me "enamoro" una media de 2 veces por semana cuando voy por la calle, confío en que algún día conozca a un chico Guede Rodríguez, pero mientras tanto seguiré enamorándome en secreto de cualquiera que tenga algo especial.

    ResponderEliminar

granitos de arena que se cuelan entre las sábanas