te deshaces

Las comidas entre tú y yo iban siendo cada vez más pesadas. No sé si por el tiempo, o por las pésimas ganas que poníamos en el intento. No aguanto tu mirada más de tres segundos, aunque, no es necesario ya que tú no gastas más de una micromilésima de vida para fijarte en mi.

Antes me preguntabas qué tal había ido el día y alguna que otra vez me contabas una de tus anécdotas. Para entonces yo solía esforzarme en cocinar un buen plato, y sacaba conversación aunque no existiera. Me siento inútil sentándome en la mesa, sabiendo que sufres, y que yo nunca seré tu apoyo. Los milímetros que nos separan del espacio de la cocina se hacen enormes, y la comida está falta de sal y aún así no tengo ni ganas para adelantar la mano y coger el salero.

Las fotos que tenemos juntos se perdieron hace tantos años que dudo que te acuerdes de la dedicatoria que pusiste bajo tu foto preferida. La leo mil veces antes de acostarme. Soy capaz de producir mil lágrimas por segundo sabiendo que estás y no estás a la vez, que te deshaces todos los días.

Te levantas de tu asiento y miras por la ventana. Hoy está nublado. Te limitas a informarme sobre el tiempo y dices adiós sin ni siquiera mirarme a los ojos. Yo no contesto. Para qué, si ya te marchaste hace mucho tiempo. Ni me acordaba de que estaba comiendo mi comida favorita.