miércoles, 22 de septiembre de 2010

Una cosa estaba clara. No estábamos hechos el uno para el otro. Ni querías formar parte de un trocito de mis domingos impulsivos. Ni de los viernes a base de manta y carretera. Odiabas que te hablara del verano. Para ti todo era igual, no encontrabas diferencia entre el salitre y la nieve. Dime que miento si me atrevo a decir que lo echamos todo por la borda. Me he acostumbrado a escribirte canciones en un folio de color azul y romperlos cuando las termino. Y a no echarte de menos, cosa que tú me enseñaste, después de tantas noches en vena. A que nunca me hicieses tostadas, ni me llevaras a la playa. Me acostumbraste a desayunar sola y olvidarte de vez en cuando. A no tenerte cuando me cambio. Eramos imposibles. Tú en Roma y yo en el pasillo. Deberíamos habernos dado cuenta antes de que los círculos polares sólo se ven en las películas. Entendernos siempre fue difícil.

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granitos de arena que se cuelan entre las sábanas