jueves, 14 de enero de 2010

Post-it a media mañana

La verdad es que me gusta tararear canciones tristes, y que nadie sepa de cuál se trata. Pisar las hojas que el otoño deja sobre la acera y que crujan con el viento. Llevar las cordoneras de las zapatillas desatadas. Grabar videoclips en la Calle Atocha. Mi libreta de viajes y apuntes espontáneos. La preciosa niña de Castellón que se esconde siempre detrás del objetivo. Las palomitas quemadas para los domingos eternos con la vecina del cercano kilómetro a la derecha. Ir muy abrigada cuando hacen menos de 5 grados, con muchas capas como las cebollas. Que la lluvia me de en la cara e imaginarme el día en que consiga hacer una foto a alguien en mi misma situación, y ver a cámara lenta como caen las gotas frías por su barbilla. Saltar las baldosas negras cuando estoy nerviosa. Las canciones que tienen títulos que no aparecen en la letra. Mirar en clase el reloj cada diez minutos y que hallan pasado 20. Me gusta cuando me miras y me dices que el tiempo pasa tan rápido que no has conseguido olvidarme. También el sonido de las bicicletas que pasan cerca de mi cuando doy un paseo por la Casa de Campo. Y sus timbres.
Me gusta que sean las 8 de la mañana de un sábado, si consigo levantarme, y que me quede mucho día para recorrerme la casa de norte a sur en calcetines. Como bien sabes, me gustan las películas tristes, y Amélie en sueños. Que me despierten sin encender la luz. Gritar cuando es de noche y que nadie sepa quién eres. Escribir canciones que no tengan nada que ver con lo que tenías en la mente y que carecen de estribillo. Las cartas que nunca llego a enviar. Los buses que llevan al norte y el penúltimo asiento que nos llevó a Llanes. El cubo de Rubbik de Lauchups y mi guitarra en sus manos. Ir a una cafetería y que tengan té verde digestivo sin menta. Los regalos útiles como galletas y gusanitos sin gluten y sin azúcar. Brian y su dueña que tantas tardes de domingo heavy me prestan. Y la chica más lista y más bonita que hace que esos días sean más dulces con los suspiros que compone. Temblar cuando hace mucho calor. Hacer regalos con cajas de colores por Navidad. Recordar el verano más bonito del mundo una y otra vez (donde tú estabas). Dormir en la tumbona del jardín y ver las estrellas que nadie ve. Recordarte sin esfuerzo.
Me encantan las cartas improvisadas que agradecen lo que yo algún día llegué a dar sin darme cuenta. Y sus autores. La canciones que suenan en los cuarenta una vez al año. No puedo olvidarme de el sonido de las olas cuando la bandera prohíbe bañarnos en la playa. El grupo de las tres niñas de 3º y 4º de la eso. Las sesiones de fotos interminables con las modelos más bonitas del mundo. Y sus colores vivos. Venecia y las vidas que por ahí cruzamos. Dibujar sueños que se pierden cada noche, si me acuerdo de ellos. Escribir un resumen con bolígrafo negro y letra muy chiquitita. Tener la mente sucia y sacarle doble sentido a los romanticismos. Inventar una vida paralela a la mía y pensar qué estará haciendo mi "yo paralelo" en este momento. Me gustaba tanto cuando tenía cinco años y era Dorita... y Milú era mi perro Totó. Me gusta tener un pez que se llame Cachalote. Buscar sinónimos de palabras raras. Llorar con Quique. Entrar en los backstages.
Poder leerte la mente.

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granitos de arena que se cuelan entre las sábanas