viernes, 8 de julio de 2011

Por una vez:

Le pillé a tientas diez años después. Un poco tarde para darme cuenta de que en realidad yo existía para él por aquellos tiempos. Una carta debajo del colchón. Debajo de una vida entera tan triste como los días grises en verano. Tan lejos como quedaba Italia de nuestra pequeña casa. Tan cerca como compartíamos a Dylan a media tarde. Recogía las sábanas mojadas de invierno y tropecé como tantas veces. Pero ésta vez el destino quiso regalarme un trozo. Como las cartas a media noche. Las que nunca sueles enviar. Las que tampoco recibes en la vida; o las que no llegan a su destino. Arrodillada en el suelo. Lloraba, reía a la vez. Me imaginaba qué hubiera podido pasar si me hubiera dicho todas esas frases hace tantos años. Yo hubiera entendido tantas cosas. Le hubiera querido tanto. Pero son cosas que no se pueden explicar. Porque a veces las personas no intentamos arreglar lo que perdemos desde un principio. Si no cuando ya lo hemos perdido.

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granitos de arena que se cuelan entre las sábanas